28 febrero 2015

El Festival de los Cerezos/17

   Decididos a que la noche no terminara tan pronto, Ikari y Têru salieron de la casa de té en dirección a la zona portuaria del río. La intención del kitsune, además de pasarlo bien, era encontrar al viejo Goro para enseñárselo a Ikari:
   - ¡Fue algo increíble! -iba diciéndole al relatar por cuarta vez, cada una más exagerada, cómo el borracho se deshizo de sus asaltantes (con un poco de ayuda suya, claro).
   Sin embargo, no tendrían suerte: pocos habían visto a Goro aquella noche, y parecía que acababa de marcharse de cada local que visitaban.

   Kousei pidió indicaciones y, tras despedirse de Katsumi, se marchó en dirección a la posada "Las 12 casas", para tratar de encontrar un alojamiento barato.
   - Hiro es un buen hombre y dormir, dormirás bien. Pero intenta no comer allí: el cocinero es malísimo.
   Por el camino, la mirada se le iba constantemente a la oscura mole de la montaña ("el volcán", se recordó). Ejercía una atracción extraña sobre él, y se dijo que tal vez tendría que prepararse para escalarlo y recorrer los bosques de sus laderas. Le gustaría asistir al famoso Festival, así que más le valía abandonar un tiempo antes el pueblo si no quería arruinar los festejos.
   La suave brisa nocturna que corría junto al río le despejó y le ayudó a serenar un poco su alma. Estar tan cerca de su querida hermana y no poder verla... De algún lugar de la orilla contraria venía música y se oían voces ininteligibles. ¿Habría alguna fiesta en el balneario? Mañana, se dijo, mañana.

   Por su parte, Uchida Katsumi rechazó la invitación de unirse a la fiesta de los dos fieles de Desna y se volvió caminando hasta el templo de Shizuru. A aquellas horas había pocas luces encendidas ya, pero los farolillos naranja de las casas de te seguían marcando perfectamente el camino. Ella también oyó la música y la algarabía que, sin duda, procedía del "Boca del Infierno". Curiosa, se desvió un poco, subió la Cuesta del Diablo y se llegó a la puerta del blaneario. Su llegada súbita sobresaltó a los dos guardias apostados en la entrada de la empalizada de bambú, que la apuntaron con sus lanzas.
   - ¡Oh!, eres tú, Katsumi. 
   - ¡Vaya susto nos has dado!
   - Fiesta privada -se explicaron-. La Señora exige aumentar la seguridad.
   Eran Doro y Hazao, la pareja de guardias a los que les solía tocar el turno de noche en el "Boca". Katsumi sospechaba que a Doro, el más estirado de los dos en presencia de cualquier otra persona, le gustaba desde hacía años. No le costó sacarles la identidad del misterioso invitado, que por lo que se oía se estaba dando un homenaje por todo lo alto:
   - Es nada menos que el Mariscal Teikoku Onashimaru, el comandante en jefe de la flota minkana. Ha venido a conocer nuestras aguas y nuestras afamadas geishas, y la Señora se está esmerando.
   - Se quedará hasta que acabe el Festival. Es un principio de año fabuloso para el "Boca", y si le gusta seguro que vendrán más oficiales. 
   - ¡Ah, ya veo! En tal caso no quiero distraeros de vuestros quehaceres -añadió con sonrisa pícara-. Abrid bien los ojos, no sea que otra muchacha del pueblo os sorprenda -y les sacó la lengua, divertida-. ¡Buenas noches!
   Katsumi bajó caminando por la bien pavimentada Cuesta hasta el pequeño monasterio. Se soltó el pelo para dejar que el viento jugara un rato con él, y recordó que, aunque tratara de mantenerse normal, algo importante había cambiado en su vida. Sintió crecer la semilla en su interior, cálida y discreta, pero trató de borrarla de sus pensamientos, entró sin hacer ruido en la celda que compartía con sus dos compañeras novicias y se durmió enseguida.

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   El día siguiente comenzó fresco y soleado, con apenas algunas nubes dispersas flotando por el cielo, de un azul intenso. Tras las abluciones matinales, la madre superiora Setsuna Aoi convocó a sus tres discípulas en la enfermería vacía.
   - Como sabéis -comenzó-, hace cinco años que ninguna novicia ha sido promovida al primer grado de maestría en el Festival de los Cerezos. Este año seréis tres -Katsumi intercambió miradas con Tendo Sora y la halfling Uematzu Caelina, algunos años mayores que ella-. Si la pasáis, recibiréis la vaina de seda roja y, con la bendición imperial, ya no seréis consideradas novicias, sino sacerdotisas de pleno derecho. También mayores de edad. Como sabéis, en algunos casos, la prueba del Grado de Maestría es algo común: los alfareros tienen que hacer un jarrón, los carpinteros tallar una figura. Evidentemente, por nuestras responsabilidades como representantes de la Emperatriz del Cielo, la prueba es distinta para cada una. Habéis sido bendecidas con dones diferentes, y aunque os une una misma fé, llevaréis caminos distintos en vuestras vidas. Sora: tu prueba valorará tu destreza marcial y tu valor. Caelina, se medirá tu conocimiento sobre las tradiciones y el saber de los antepasados. Katsumi, tú estás destinada a aliviar el dolor ajeno. Creo -añadió con firmeza y orgullo- que todas estáis preparadas para pasar las pruebas; si no lo lograrais, sabéis que podréis volver a intentarlo cuando hayáis mejorado lo suficiente, tal vez en el siguiente Festival. Eso es todo: os queda día y medio para la Prueba: preparaos como mejor sepáis. Katsumi, quédate un poco más, quería comentarte algo.
   Sora y Caelina se inclinaron y se marcharon silenciosas, intercambiando miradas emocionadas. La Madre Superiora pareció entonces súbitamente preocupada. Cambió de postura dolorosamente (sus piernas maltrechas...), miró a Katsumi con sus ojos enmarcados en piel morada, quemada hacía ya tantos años, y suspiró:
   - Lo que he dicho es completamente cierto: creo que estás preparada. Una semana antes de la prueba, hablo con los antepasados para que me aconsejen la mejor manera de probar a cada novicia. "Con un arma en las manos demostrará su valía", dijeron sobre Sora. "La tradición tiene la pregunta y la respuesta", dijeron sobre Caelina. ¿Sabes que me dijeron sobre ti? -Katsumi se encogió imperceptiblemente de hombros-. Nada. Absolutamente nada. A veces... a veces ocurre -dijo Aoi quitándole gravedad-, a veces se muestran discretos... pero no esperaba que lo hicieran en tu caso. He tenido siempre tan claro que eres una sacerdotisa de Shizuru, incluso a tu corta edad. Te falta algo de convicción a la hora de entender la importancia de las leyes y las costumbres que nos rigen, el escalafón social y que el poder emana desde arriba por una buena razón... pero eso ya lo sabes, y lo aprenderás con los años, no en el templo. Tu fe es poderosa, tu aura es pura... Tendré que probarte de varias maneras para que los antepasados queden satisfechos, pero quiero que entiendas que creo que lo superarás todo, ¿de acuerdo, mi niña?
   Katsumi asintió y se despidió con una profunda reverencia de su maestra. O de una de ellas. Se preguntó si la reverenda sabía su secreto... Cualquiera de los dos.
(CONTINUARÁ...)

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