16 abril 2014

El Festival de los Cerezos/6

Mientras tanto, varias docenas de millas al Este, en el claro de Wakahisa, la noche había llegado en otras circunstancias muy distintas. Kousei e Ikari habían estado cavando tumbas para los mites que habían matado. Antes, el chico peludo le había preguntado a la bruja:
- No os lo he comentado, baba, porque aun no habíamos tenido el tiempo necesario... pero estoy vinculado a un espiritu celestial; en cierta manera, no estoy completo sin llamarle. Mi aspecto se torna un poco mas... brutal, aunque yo sigo siendo la misma persona... pero diferente. ¿Os importunaria que llamara a mi espiritu vinculado? Podría evitarnos males mayores.
- Oh, ¿además eres un vinculado? Vaya, eso quisiera verlo...
Tras pasar cerca de un minuto concentrando su energía, esta empezó a latir visiblemente al ritmo del extraño signo que Ikari llevaba grabado en la frente Era como si su naturaleza simiesca se desarrollara más completamente: sus músculos se volvían más abultados, su morro más alargado y lleno de colmillos, sus manos más grandes y fuertes, con recias uñas, el pelo aún más dorado. Pero si uno se fijaba, bajo aquel brillo dorado aún podía adivinarse la figura original de Ikari: más que transformarse era como si aquel otro ser se le hubiera superpuesto. Kousei no había visto nunca nada semejante. La bruja, en cambio, no parecía demasiado impresionada:
- Lo que imaginaba, un eidolon oozaru. Es natural: eres idyllkin, por tus venas corre sangre agathión -y con ánimo curioso y casi ofensivo, inquirió-. ¿Y puedes invocarlo en Koyotei, también?
De la garganta de Ikari surgió un suspiro que era casi un rugido de frustración:
- ¡ROAAAAAAAR! No, no puedo. Esa es la principal razón de mi visita a vos -la voz había cambiado también. Era más grave y gutural; pero no sólo la voz, en cierta manera también la forma de expresarse era sutilmente distinta-. He de reconocer que los regalos y la oferta de acompañaros eran secundarios. Mas enterremos primero a estas pobres almas, y luego saciaré vuestra curiosidad.

Claramente Akira, pues así le gustaba a Ikari que le llamaban cuando se presentaba de aquella guisa, tenía más vitalidad y poderío físico en esta forma.
- El oozaru es el gran gorila dorado de los planos superiores -le explicaba Wakahisa a Kousei-. Se dice que alcanza hasta más de cuatro metros de altura y que su furia hace temblar incluso las montañas: esto que vemos aquí es sólo una fracción del oozaru, un resquicio de su poder y su magnificencia que se ha vinculado con Ikari. Cuanto mejor se conozcan, más del oozaru será capaz de manifestar.
- Llevamos casi treinta años juntos -dijo Akira.
- No es el tiempo lo que hace que se conozcan las almas vinculadas. Son las experiencias límite, los momentos concretos que hacen que vivas o que mueras. Sólo así se conoce el verdadero espíritu.

Ahora tomaban te y galletas que había horneado la bruja (un tanto quemadas, aunque nadie se atrevía a decirlo). Lo más curioso es que la tetera la empuñaba el pequeño lagarto bípedo de la bruja, no como un perro que hace un truco, sino casi como un sirviente experto en tales labores.
- Te preocupa no poder transformarte en Koyotei -dijo finalmente Wakahisa, rompiendo el silencio que se había cernido desde la excavación de las tumbas-. Y yo te digo que así es como debe ser... A mí me preocupa que tú mismo vivas en el pueblo: me preocupaba hace tres años cuando llegaste, y me sigue preocupando hoy. No sé si te lo ha dicho alguien, ¿sabes que eres el primer aasimar que pisa Koyotei en 362 años?
- ¡MMMMMMM, EL TÉ ESTÁ ESTUPENDO! Y a la temperatura ideal -Akira parecía disfrutar de cada pequeño placer con una intensidad redoblada. Tal vez sus sentidos eran más agudos, o quizás las sensaciones de este mundo no se vivían en el Más Allá-. ¿Os preocupa mi persona o el hecho que un aasimar haya vuelto a Koyotei y los posibles cambios en el ciclo que ello pueda conllevar? A todo esto, ¿quién fue ese aasimar de hace 300 años? Tiene pinta de ser una buena historia...
Wakahisa no contestó. Akira esperó pacientemente, gozando del té. El errante Kousei no parecía tener tanta paciencia:

- No veo por que Ikari, por muy aasimar o oozaru que sea, no puede hacer de Koyotei su hogar.
- ¿Sabes qué significa aasimar?
- ¿Que es el hijo de un ángel?
- No tanto. Pero sí que una parte de su sangre no es de este mundo sino del reino celestial.
- Sus acciones y sentimientos pesan mucho más que cualquier ascendencia -insistió Kousei, testarudo. Su defensa era casi encendida, como si realmente le importara el destino de aquel hombre mono que acababa de conocer horas atrás, por mera casualidad, en medio del camino. De repente pareció azorado, perturbado por su propia vehemencia, y se levantó- Disculpadme, no debía intevenir, era una conversación demasido privada. Saldré a dar una vuelta alrededor del claro, por donde vinieron los mites. Quizás desande un poco el camino de nuestros pequeños incursores azules. Me intriga saber de dónde venían.
Era una idea peligrosa; el sol declinaba desde hacía horas, y quedaba poco rato de luz. Sin embargo, Wakahisa no se la sacó de la cabeza.
- No te alejes demasiado -fue todo lo que dijo. De nuevo en silencio, la bruja y el aasimar vinculado observaron como el joven errante abandonaba las inmediaciones de la cabaña.
- He supuesto que había algo en mi naturaleza que choca con la de Koyotei. Allí tampoco puedo invocar a mis criaturas...Oh, soy un maleducado, ¿os apetece que os recite algo de poesía?
Cuando el sonido de los pasos de Ogura Kousei hubo muerto del todo, Wakahisa respondió con un susurro quedo que obligó a Akira a acercarse mucho a ella:
- Hay cosas que no pueden revelarse alegremente. Hay secretos que son tan secretos que les llamamos secretos de bruja. Puedo contarte que el último aasimar, antes que tú, que pisó Koyotei fue Garuda Kentaburo, maestro exorcista y azote de sierpes. No sé mucho más sobre él que eso, si te interesa deberás bucear en otras fuentes... Lo único que puedo añadir sobre tu problema es que hay cosas... hay criaturas... que no deben cruzar el límite que defienden los cuatro torii de Koyotei, que no deberían poder, por el bien del pueblo. Porque si empieza a ser posible, las implicaciones serán terribles. Y ahora sí, por favor, mi vista está cansada y agradeceré un poco de lectura de vuestros labios...

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