19 febrero 2024

TERTIA PUGNA - 4


TERTIA PUGNA

(Tercer Asalto) 

FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez

Capítulos:     1       2       3       4


CAPÍTULO 4.- VIDA Y MUERTE


 Advertencia: contenido sensible (sangre, autopsias)

    ¿Qué hay, amigo,
a
l otro lado del Silencio?
    (Ángeles del Infierno)


    Azirafel abrió el paquete que había en su despacho, miró el contenido y lo dejó caer con indignación.

    - ¡Shoder! -se le escapó, mientras de algún sitio le llegaba un aviso sonoro de amonestación. 

    Un ticket de notificación cayó sobre su mesa. Genial: para una o dos palabras malsonantes que soltaba en seis milenios, no sólo no conseguía pronunciarlas -en aquel lugar había algún filtro sonoro que lo impedía-, sino que además el Cielo había creado una especie de dispensador de multas.

    - Y más que me van a oír -gruñó, dirigiéndose a las escaleras con el contenido del paquete-. ¡Esto es indignante!

    Había subido la mitad del último tramo cuando le interpeló una voz:

    - ¡El nivel superior está prohibido!

    “Y qué casualidad que estés ahí vigilando, sin acecharme ni nada, ¿verdad, Miguel?” estuvo a punto de contestar, pero controló sus modales y señaló con autoridad:

    - Soy el Arcángel Supremo. Tengo acceso a los nueve niveles celestiales.

    - Pero no al décimo -insistió Miguel-. ¡Es el Sanctasanctórum!

    - ¿Acaso puedes localizar al Metatrón en otro sitio? 

    Incapaz de captar la ironía, Miguel sacó algo parecido a un teléfono y marcó un número, pero al cabo de unos instantes negó con la cabeza:

    - No contesta.

    - Lo sé. Yo también lo he intentado antes de venir -suspiró Azirafel, reanudando la subida. 

    El último nivel acababa en una puerta. Levantó el puño para llamar, pero al observarla se detuvo. Era blanca (como todo allí), con molduras elegantes pero sencillas, similares a las de un capitel dórico. Sin embargo, algo en ella imbuía respeto. Tardó unos segundos en armarse de valor para llamar.

    - Yo no lo haría… -le aconsejó Miguel, con temor reverente.

    Su interlocutor estuvo a punto de darle la razón y retirarse, pero ya era tarde: la puerta se abrió y le mostró un despacho similar al suyo. El Metatrón, pues no era otro su ocupante, indicó a Azirafel que entrara con un gesto poco amistoso. Miguel suspiró con alivio cuando la puerta se cerró tras ellos, dejándole fuera.



    Azirafel avanzó sólo un par de pasos, abrumado por una sensación intimidante, pero no a causa del Metatrón. El motivo era algo terrorífico, al fondo de la nueva sala. Algo pulsante, blanco, vivo, que emitía…

    Parpadeó y la imagen se estabilizó, mucho más clara. ¿Cómo había podido abstraerse tanto? Al fondo sólo había una puerta más, pero desvencijada y sin molduras. Parecía hecha de toscas y gastadas vetas blancas, similares a las de madera, pero formadas por gruesas fibras de luz casi leñosas. Aunque sí había en ella algo extraño y… antiguo.

    - Todo empezó aquí -explicó el Metatrón, en pie a su lado -. Hubo un tiempo en el que sólo existía esa Puerta, y ningún otro nivel celestial.

    Azirafel asintió con sobrecogimiento. Su preocupación de un rato antes se le antojaba anodina. Había sido un estúpido al subir.

    - Esa Puerta emite ondas de… de vida. ¿Y ese libro…?

    - El libro de la Vida --asintió el Metatrón, volviendo a sentarse tras su mesa. En ella reposaban, junto al enorme Libro, útiles de escritura de varias épocas: tablillas de cera, stylus, plumas de ave, estilográficas…- Supongo que has notado algo parecido a ondas gravitacionales, pero yo además puedo oírlas. Y ponerlas por escrito - señaló la extraña Puerta y miró a su subordinado con curiosidad-: ¿Las oyes tú?

    El Arcángel Supremo negó con un gesto:

    - Lo siento, pero no. Sólo noto ráfagas de energía. O de vida, y de eso quería hablarte. O más bien de lo contrario.

    Azirafel dejó sobre la mesa el contenido del paquete. El Metatrón se encogió de hombros: 

    - Es tu espada. Eras el ángel guardián de la puerta Este del Edén.

    - Es un instrumento de muerte. La espada de la Guerra, ¡y yo odio las guerras!

    El Metatrón lo miró fríamente:

    - No quiero saber qué negligencias cometiste para que esa espada acabara en manos de la Guerra. Pero, por eso mismo, debes custodiarla. Es parte de ti.

    - Yo no me siento parte de… ¿por qué se me asignó?

    - ¿Quizá porque no tú no harías un mal uso de ese poder? No deberías cuestionarlo. 

    - Pero en esta nota se me ordena usarla -mostró la carta que acompañaba al paquete. Contenía una breve frase: “Destruye al responsable”. Junto con el nombre de una ciudad y una cifra negativa: -65 Lázaros.

    - Porque ése es un buen uso. Y antes de que lo preguntes: no puedes pasarle esta misión a otro.

    - ¿Cómo sabes que…?

    - Porque es en Londres. Y sabemos quién puede ser el responsable. Sigue allí, ¿no?

    Azirafel tragó saliva, a pesar de que fisiológicamente no debería necesitar eso para deshacer el nudo que tenía en la garganta. Sabía que su superior lo estaba poniendo a prueba.

    - No sé dónde está Crowley, pero matar no es su estilo. Lo suyo son las tentaciones, y no se puede tentar a los muertos.

    - Mejor para él  -decidió su superior-. Ahora empuña esa espada y sal ahí fuera. Está muriendo gente. Y la causa es sobrenatural, así que esta vez sí tienes que intervenir.


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    SANGRE CULPABLE


    We all have a dark side, to say at least,
    And dealing in death is the nature of the Beast
    (Pink Floyd, “The dogs of war”)*


    La parte “exótica” del Soho tenía dos caras. La nocturna estaba animada por rótulos luminosos que prometían todo tipo de diversiones (algunas incluso legales). Pero la diurna era un erial de rejas cerradas, muros descuidados y callejones salpicados de ocasionales restos de resaca. 

    O a veces, restos de cosas peores.


    El lugar no era precisamente nuevo para el vehículo policial que se detuvo junto a una de las callejuelas. Ni para la agente que se apeó de él.

    - Inspectora Jones, de Homicidios -declaró, credenciales en mano-. ¿Qué tenemos?

    - Un cadáver… extraño. Llevaba en su abrigo un alijo de pastillas y un pedazo de ropa de talla pequeña... de niña, probablemente. 

    - ¿Han cruzado los datos con nuestros registros de narcotraficantes y pederastas?

    - Estamos en ello, pero será difícil porque está... -el joven policía le dedicó una mirada significativa-. Es bastante desagradable.

    - No me diga. Y yo que elegí este trabajo por las bonitas vistas -fue la sarcástica respuesta. Jones se dirigió a la forense-: ¿Qué ha sido esta vez, Sato? ¿Sobredosis o reyerta?

    La científica se giró al oír la voz, se hizo a un lado y le mostró lo que estaba preparando para trasladar a una camilla. 

    Jones contuvo un silbido de asombro.

    - Esto no parece… de hoy.

    - A primera vista, no. Queda poco más que el esqueleto; algo ha consumido los tejidos blandos. Parecería el trabajo semanal de miles de insectos necrófagos. Pero lo raro es… -la forense dirigió a Jones una mirada especial- que los “insectos” responsables han desaparecido misteriosamente, junto con el teléfono móvil de la víctima. 

    - O quizá no tenía teléfono.

    - Pero sí tenía en su ropa un cargador USB-C. Y no lleva aquí una semana, sino unas horas: las manchas de sangre del suelo están recién coaguladas y no hay señales de descomposición. 

    - Ni siquiera huele mal -asintió Jones-. He tenido compañeros de piso menos limpios. Pero si es demasiado reciente para estar así, ¿puede haberlo consumido un animal grande, o algún producto químico?

    - ¿Sin desordenar los huesos y sin alterar la sangre? -Sato negó con la cabeza-. Analizaremos las muestras, pero dudo que encontremos nada de eso. 

    - No esté tan segura: podemos llamar a los “cazafantasmas” de Torchwood o de UNIT. Se ocupan de casos raros, y hoy tenemos varios como éste. 

    - Ésos tampoco encontraron nada la otra vez.

    - ¿Otra v…? Espere, ¿¡ha visto esto antes, Sato!?

    - Sí, hace cuatro años. En los restos de una oficina dedicada a estafas telefónicas -la forense terminó con la camilla, desechó los guantes y añadió en voz baja-: Pero nadie nos creyó. Las pruebas desaparecieron, las presuntas víctimas reaparecieron vivitas y coleando, y los periódicos estaban demasiado ocupados publicando palabrería sobre el Apocalipsis.



    No muy lejos de allí, en un tugurio especialmente lóbrego, miles de gusanos acabaron de limpiar otro esqueleto y se retiraron de manera antinaturalmente coordinada. El repugnante enjambre adquirió altura hasta fundirse en un ser de gran tamaño y forma humanoide, que se relamió con deleite:

    - Hacía cuatro años que no me daba estos caprichos.

    - Y no deberías, Hastur -observó Shax, irritada-. No hasta el día del Apocalipsis. 

    - Que debería haber sucedido hace cuatro años -insistió él-. Hemos esperado de más.

    La diablesa no contestó. Pasó por encima de los huesos de otro difunto secuestrador, con un gesto vaporizó una puerta de seguridad e indicó la salida a unas asustadas prisioneras. Las jóvenes huyeron balbuceando frases de agradecimiento en varios idiomas. Shax les dirigió unas palabras arcanas, borrándoles cualquier recuerdo sobre quién las había liberado, y esperó a que salieran mientras revisaba algo.

    Era un teléfono móvil. No era suyo. 

    - A Crowley le gusta jugar a detectives -observó, burlona-. El primer delincuente que detuvimos para él, ése de las pastillas y la niña, hizo llamadas a gente muy interesante: matones, traficantes, proxenetas… y mira, dos políticos y una inspectora de policía ¿corruptos?

    - Nadie los echará de menos -sentenció Hastur, tomando ávidamente el aparato-. Sólo temo que estemos haciendo algo bueno para la Humanidad.

    - Al menos no empieces por los peces gordos; llamarían la atención -le recordó Shax-. Y si encuentras más víctimas, hay que liberarlas. Ya sabes, por lo del trato con Crowley.

    - ¿Por qué eres tan cuidadosa? Este mundo ya está muerto, sólo que todavía no se ha enterado.

    - Porque así es como se manipula a Crowley. Sólo él y Azirafel saben dónde está la clave del Apocalipsis, ¿recuerdas? Tú sigue el plan, deja que se confíen y dame tiempo.

    Fuera del edificio esperaba una niña. Llevaba un aro de plata en la nariz y miraba al cielo; parecía ajena a todo. Shax la tomó de la mano y emprendió la marcha hacia a la parte decente y aburrida del Soho, sin reparar en las huellas sanguinolientas que dejaban sus carísimos zapatos de Loboutin. 

    Hastur meneó la cabeza al ver el rastro, lo eliminó y volvió su atención a los nombres del teléfono. Estaba bien surtido: sólo en contactos de negocios ya había 66 nombres, sin contar a los políticos. Ya había acabado con la mayoría, pero decidió citar a algunos más para comer. Aunque no de la manera que ellos querrían, claro.

    

    *Todos tenemos un lado oscuro, por no decir más,
    y repartir muerte es nuestro instinto bestial.



(CONTINUARÁ...)

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14 febrero 2024

¡Arriba el telón! 13 críticas (y van 185)

         Terminamos el año (pasado) con una buena dosis de musical, pero la sensación de que lo mejor de la temporada ya pasó. Una temporada realmente intensa, creo que he visto más espectáculos que ningún otro año (el récord eran las 42 críticas del primer año, este han sido 51, casi una por semana). Estas son mis críticas escénicas publicadas en EnPlatea.com entre noviembre y diciembre de 2023:

173. John & Jen: "La vida no tiene botón de deshacer" (2 de noviembre)
174. Sweeney Todd en concert: "Pren mossèn y otras delicias sanguinolentas" (3 de noviembre)
175. El príncipe de Egipto: "Un príncipe para celebrar 30 años de corales infantiles" (8 de noviembre)
176. Gala Centenario Victoria de los Ángeles: "Oh, benévolo arte..." (10 de noviembre)
177. La tempesta: "Doctor Who y el Juguetero Celestial, de William Shakespeare" (10 de noviembre)
178. Conqueridors: "Sexo, verdades y cintas de video" (23 de noviembre)
179. La madre de Frankenstein: "La posguerra de Almudena Grandes" (1 de diciembre)
180. La historia interminable - El musical: "Una historia que deberá ser contada en esta ocasión" (4 de diciembre)
181. Banda Municipal - Johan de Meij: "Gandalf, Cruyff y el señor del viento y el metal" (11 de diciembre)
182. Mothica + Black Veil Brides + Halestorm: "Bienvenidos, hijos del rock'n'roll" (11 de diciembre)
183. Pastorets Superestel: "El diablo es la estrella de este belén" (15 de diciembre)
184. Moncho Borrajo: 50+1: "Borrajo sigue igual de maravilloso, maravilloso, maravilloso" (22 de diciembre)
185. Los Panchos & Mocedades: "Historia viva del bolero y de la canción melódica hispana" (27 de diciembre)

Críticas 20151 a 10 | 11 a 23 | 24 a 30 | 31 a 42     Críticas 201643 a 52 | 53 a 62 | 63 a 74
Críticas 201775 a 79     Críticas 201880 a 88
     Críticas 201989 a 97 | 98 a 107 | 108 a 112
Críticas 2020113 a 116
     Críticas 2021117     Críticas 2022118 a 123 | 124 a 133
Críticas 2023: 134 a 137 | 138 a 146 | 147 a 154 | 155 a 163 | 164 a 172 | 173 a 185

19 enero 2024

TERTIA PUGNA - 3


TERTIA PUGNA

(Tercer Asalto) 

FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez


Capítulos:     1       2      3      4

CAPÍTULO 3.- EL CIELO PROTECTOR


So you think you can tell
Heaven from Hell,
blue skies from pain?
(Pink Floyd, “Wish you were here”)

¿Crees que sabes distinguir
el Cielo del Infierno,
el firmamento del dolor?
("Pink Floyd, "Ojalá estuvieras aquí")


   Azirafel siempre fue casi tan imaginativo como Crowley, pero mucho más disciplinado. 

    Esto último limitaba su creatividad, pero lo convirtió en el ángel ideal para hacer habitable la Tierra dentro de unos estándares cuidadosamente compatibles con la vida. 

    La Tierra fue el tercer candidato, y él también. Otros ángeles que lo precedieron tenían una disciplina demasiado rígida o demasiado descuidada para la tarea, como atestiguan sendos experimentos fallidos*.

    Aun así, Azirafel no está exento de cometer errores. Por ejemplo, él cree que nadie nota sus arranques de desobediencia inteligente, y asume que así obtiene mejores resultados que con una sumisión ciega. Por supuesto, una de esas dos suposiciones es errónea.

    (Notas de Su Todopoderosidad, Parte II)

    * Marte y Venus. Si algún dia vas al Cielo, procura no mencionar el tema: se considera incómodo.


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    Azirafel releyó con ojo crítico la nota que estaba a punto de enviar a su superior:

    “Hace cuatro años debería haber comenzado el Apocalipsis, pero unos cuantos rebeldes o incompetentes lo impidieron. Admito mi parte de responsabilidad en ello.
Hace unos meses debería haberse relanzado, pero se opuso Gabriel (ahora exiliado).
Ahora el Cielo me ha reclutado para algo llamado “Segunda Venida”. Esta vez debe ser algo bueno. No puede ser un tercer intento de iniciar el Apocalipsis, ¿verdad?
¿VERDAD?”

    Frunció el ceño, se lo pensó mejor y fulminó la carta con fastidio: allí no estaba bien visto hacer preguntas. Pero por otro lado, estaba harto de reuniones inútiles: quería respuestas. Así que... 

    “Tendré que hablar con algún contacto menos... directo” decidió, pulsando el botón de llamada. 

    - No esperaba otra reunión tan pronto, señor -observó Miguel, materializándose al instante-. Qué eficiencia.

    - Me estoy volcando en mi trabajo -alegó el Arcángel Supremo. “Refugiando” habría sido un verbo más adecuado, pero no ante alguien como su acompañante, que entendía más de castigos que de empatía.

    - Ah, sí: la Segunda Venida. Está pendiente desde que se canceló el Armagedón, pero podríamos intensificar la búsqueda del Anticristo y…

    - ¡Espera, no te precipites! -se alarmó Azirafel.

    Miguel enarcó una ceja: 

    - ¿Precipitarme? ¿Desde qué altura?

    - Ejem… nada, metáforas terrenales -se excusó, con una sonrisa nerviosa-. Lo del Anticristo le tocaba a los del Lado Malo: si fallaron, es su problema, ¿no? Podemos pasar directamente a nuestra parte: el retorno del Salv…

    - ¿Sin comprobar quién debe salvarse? -Miguel negó con un gesto, inflexible-. Metatrón dice que sin sufrimiento no hay gloria. 

    “Lo que me temía” se angustió Azirafel, mientras se le caía el alma a los pies. La recogió con disimulo e intentó cambiar de tema: 

    - Ejem… lo hablaré con él. Pero no te he llamado para eso. ¿Puedes hacer una lista actualizada de los milagros permitidos, por favor? Es para el nuevo personal de nuestra Embajada en la Tierra. 

    Miguel se encogió de hombros:

    - La haré, pero Muriel no podría excederse ni aunque lo intentara. ¿Qué era antes, contable de nivel 37? Su poder es inferior a 0,63 Lázaros.


   Una vez a solas con la lista, el Arcángel Supremo se acercó al gran globo terráqueo que levitaba junto al ventanal, cerró los ojos y escuchó con atención. 

    No sabía si Crowley tenía el mismo don (o maldición) que él: percibir todas las súplicas de la Humanidad. Azirafel sólo sabía que llevaba cuatro años oyéndolas impotente, sin permiso para hacer mucho más que perdonarle el alquiler a una vecina. Por eso había subido al Cielo: para poder ayudar de verdad, no para interminables reuniones. 

    Nunca imaginó que tendría que ascender solo. La soledad le dolía tanto como la marca que le había dejado el beso de… no, era mejor no pensar en él. 

    Pero el dolor propio nunca es un motivo para desoír el ajeno. Azirafel desplegó sus alas, esquivó un doloroso vacío en forma de ángel caído (los mortales lo llamaban Londres) y voló hacia una zona estremecida por un sufrimiento muchísimo mayor que el suyo. Por fin podía ayudar. 


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Politicians hide themselves away:
they only started the war,
why should they go out to fight?
They leave that role to the poor, yeah
(Black Sabbath, “War pigs”)


    Crowley le había perdido el gusto a las guerras. No instigaba ninguna desde su época de “Caballero Negro”, y sólo porque era la moda: la aristocracia medieval tenía pocas diversiones al aire libre, aparte de la caza y partirle la crisma al reyezuelo de al lado. 

    Pero la guerra fue perdiendo su toque de exclusividad entre profesionales, expandiéndose demasiado hacia el sector familiar (bombardear hogares con niños era la última moda bélica), por lo que Crowley dejó el negocio con un incómodo complejo de inferioridad respecto a la maldad humana.

    ¿Y ahora incluso Azirafel declaraba guerras? ¡Eso ya era competencia desleal!

    Crowley se desahogó abriéndose paso agresivamente entre el tráfico, sin olvidarse de insultar a los demás vehículos. Sabía dónde pedir explicaciones: en una librería del Soho que en realidad era una tapadera para otras actividades. 


    El lugar no había cambiado mucho, excepto por un parquímetro en la acera. Crowley lo fulminó mediante piroquinesis, se apeó y reprochó al motor del Bentley: 

    - ¿Estás ronroneando? 

    El Bentley enmudeció con rapidez culpable.

    - Ese motor es muy potente. ¡Debería rugir! ¿Cuándo has ronroneado tú, excepto…?

    Hizo memoria y gruñó al recordar cuándo: cada vez que subía a bordo el expropietario de esa librería. Pero no: debía ser casualidad.

    - Estaríamos apañados si ahora tú empiezas a tener ideas propias… ¿¡y este edificio también!?

    La puerta de la librería se negaba a abrirse. Crowley tuvo que llamar, mascullando impaciente: 

    -Tengo cero ganas de volver a ver este sitio, ¡pero no imaginaba que sería mutuo!

    Una humana rubia se apresuró a abrirle la puerta de par en par. Sonrió al reconocerlo y se volvió hacia el interior de la tienda, llamando a alguien más:

    - ¡Jefa, tienes visita! ¡Mira quién ha venido!

    - ¿Maggie? -recordó Crowley- ¿Ya no vendes discos en…? 

    No pudo acabar la frase: algo le golpeó en la cara al intentar entrar. Fue como darse de bruces contra un muro, pero invisible. Maggie no lo vio: aún le daba la espalda.

    - Sí, sólo he venido a ayudar un rato a Muriel -explicó ella, justo antes de volver a mirar a su interlocutor. Parecía dolorido, y se le habían caído las gafas oscuras-. ¿Qué te pasa?

    - ¿Han puesto nuevas protecciones? -dedujo él, medio cegado por la luz diurna-. Contra el Enemigo. Claro, esto era una embajada hasta la noche en que…

   - ¿Enemigo? Pero si esa noche protegiste a mucha gente... -sonrió Maggie, sin comprender-. Tú eres… como Muriel y el señor Fell, ¿no? Un ángel.

    A Maggie se le borró la sonrisa cuando dos pupilas verticales, inhumanas, le devolvieron la mirada. El corazón le subió de un salto a la garganta, latiendo a un volumen imposible. Con dificultad oyó los pasos y la voz, cada vez más próxima, de la persona (o ángel) que regentaba la tienda:

    - No es exactamente como yo. Viene de Abajo -Muriel, tan sonriente como siempre, hablaba con espeluznante naturalidad-. Pero no importa: él puede pas…

    - ¡Espera, Muriel! -protestó Maggie, apretándose los oídos para que dejaran de zumbar. Recuerdos de una angustiosa lucha se agolpaban en su mente-. ¡Ése fue mi error aquella noche! ¿De qué lado estás?

    Crowley recogió las gafas del suelo y volvió a ponérselas. Miró largamente al ángel y a la humana, intentando identificar lo que sentía. Llevaba tiempo sin querer volver a aquella librería. No entendía por qué, de pronto, le dolía no poder pasar. 

    - ¡Soy yo quien no quiere entrar! -decidió con altivez. Señaló un anuario a Muriel y añadió-: Sólo dame eso. Y no seas tan incompetente: nunca se da permiso a los de Abajo, ¿entendido? ¡A nadie!

    La humana guardó silencio, demasiado conmocionada para reaccionar. Pero Muriel recordó algo: 

    - Mi predecesor dijo que este ejemplar era importante. ¿Crees que querría venderlo?

    - Oh, mucho más que eso -Crowley sonrió pérfidamente y sacó el dinero que había ganado apostando en carreras ilegales-. ¡Se emocionaría, incluso!


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    Azirafel odiaba la guerra. No es que le gustaran los demás Jinetes; pero las plagas, el hambre o la muerte a veces eran parte inevitable del ciclo de la Naturaleza. La guerra, en cambio, era una decisión artificial y a menudo evitable. Para colmo, pocas veces la decidían los que morían en ella, sino reyezuelos que miraban el espectáculo desde lujosas poltronas, comiendo metafóricas palomitas. 

    Fuera cual fuese el destino de los demás Jinetes, era evidente que Guerra estaba muy activa. Las noticias se centraba en Ucrania y la franja de Gaza, pero cada día había una veintena de conflictos bélicos en el mundo, la mayoría ignorados por una Prensa corrupta o haragana. 

    El Arcángel los recorrió todos.

    Su primera parada fue cerca de un grupo de rehenes civiles. Sus captores nunca comprendieron cómo pudieron suceder tantos fallos a la vez: puertas mal cerradas, grilletes que cedían, armas encasquilladas… Pero era una pequeña organización terrorista mal financiada y todos sus equipos estaban a un tris de fallar. Aun así, Azirafel tuvo que hacer un milagro para que todos se estropearan a la vez; pero un milagro pequeñito, de sólo 0,1 Lázaros.

    - ¿De qué país eres? -preguntó uno de los rescatados a su libertador.

    - De ninguno. O de todos, según cómo se mire -Azirafel se encogió de hombros-. ¿Qué más da? Tú no quieres hacer daño a nadie y tus captores sí. ¡Corre, vete!

    Después se dirigió a una frontera repleta de refugiados. Técnicamente eran del bando contrario al que acababa de salvar, pero no tenía mucho sentido hablar de bandos: eran principalmente ancianos cargados con niños. Los guardias fronterizos, según los informes forenses posteriores, cayeron desvanecidos por hipoglucemia de forma milagrosamente sincronizada. Pero nadie sufrió daños permanentes: a Azirafel tal vez le fastidiara calcular tantos detalles, pero al ser del Lado Bueno tenía que ser cuidadoso.

    - ¿Eres de los nuestros? -le preguntaron los ancianos.

    - ¡Lo que importa es que no soy vigilante de aduanas! -se exasperó el ángel.

    Se repitieron idénticas escenas en varios países más. En un rincón de su mente, las obsesivas preguntas sobre su nacionalidad estaban empezando a molestarle. La Tierra no fue creada con fronteras; no eran tan importantes como para lanzar cohet…

    Entonces vio algo que le erizó las plumas. A lo lejos, describiendo un grácil arco hacia un núcleo densamente poblado…

    “Un bombardeo. ¡Y eso de ahí abajo es un hospital!”

    Había normas que prohibían a los seres sobrenaturales intervenir directamente en conflictos bélicos terrenales. Pero un hospital no debería estar en la zona de conflicto, ¿verdad? Dibujó en el aire el mismo gesto que Crowley usó casi ochenta años antes en los bombardeos de Londres, le dio más empuje y…


    - ¿Qué crees que estás haciendo? – le interrumpió una voz atronadora.

    Azirafel se volvió hacia la voz, intentando fingir (sin éxito) que el gesto era casual. Sabía quién le hablaba: el único ángel de rango superior al suyo. Y no era alguien a quien se le pudiera llevar la contraria.

    - Sólo es una desviación de unos pocos objetos, Metatrón – alegó cautelosamente.

    - Claro; no has cambiado el curso de cientos de vidas en un instante, ¿verdad? -reprendió su interlocutor, moviendo la cabeza con sarcasmo.

    Los proyectiles recién desviados cayeron lejos de su objetivo con un estruendo ensordecedor, seguido por explosiones de humo terroríficamente bellas. 

    - Es… es fósforo blanco -tartamudeó Azirafel -. ¡La versión aumentada del fuego griego! Se adhiere al cuerpo, quema hasta el hueso y no se apaga ni debajo del agua. ¿Todavía crees que no debería haberlo desviado?

    - Y después, ¿qué? ¿Destruirás todos los arsenales del mundo? 

    Azirafel reflexionó un instante: la idea le iluminó la mirada y lo armó de valor para decir:

    - Pues… oye, ¿por qué no? 

    Metatrón negó de nuevo, con una mueca condescendiente:

    - Por esa maldición que cierta serpiente del Edén le dio al ser humano, ¿recuerdas? El libre albedrío.

    - Buen intento, pero no. Incluso ellos tienen leyes que impiden usar fósforo blanco sobre objetivos vivos.

    - Y sin embargo lo están usando hoy. Los humanos pueden dejan en ridículo al demonio más pintado, ¿verdad? 

   - No todos….

    - Cierto -su superior adoptó un tono súbitamente comprensivo-. Quieres salvar a los buenos, castigar a los malos, hacer milagros a mansalva, usar esas alas que llevas siglos ocultando y dejar de depender de caballos, trenes y taxis. 

    - Bueno, no necesariamente en ese orden de importancia, pero... 

    - Pero sabes que los prodigios de ese calibre no son para todos los días. Habrá un día para eso, y sólo uno. ¿Recuerdas?

    La sugerencia flotó en el aire antes de posarse sobre Azirafel lenta, ominosamente. Éste intentó sacudírsela de encima, sin mucho éxito:

    - Y ese día, ¿no podríamos salvar a los inocentes y ya está?

    Su superior parecía satisfecho. Había llevado la conversación a su terreno, y allí se consideraba imbatible:

    - De eso se trata, amigo mío. De salvar el trigo y quemar la cizaña. El Apocalipsis no será una nueva guerra innecesaria, ¿lo entiendes ya? Al contrario: será el final de todas. Y lo mejor es que, a diferencia de las de hoy, sólo castigará a los que lo merezcan.

    A una señal de Metatrón, ambos emprendieron el regreso. No sin que Azirafel se las arreglara para desviar disimuladamente otra bomba antes de abandonar el lugar. 

    - Noto algo más -gruñó al fin- Es como una perturbación en la Fue... perdón, metáforas humanas.

    - Llevas demasiado tiempo entre ellos – se burló su interlocutor. Pero pronto dejó de prestarle atención: los teléfonos móviles de ambos empezaron a sonar simultáneamente. Bueno, el equivalente de lo que los superiores de Azirafel habían entendido cuando éste intentó explicarles qué era la telefonía móvil.

    - ¿Azirafel? -sonó la voz de Muriel, rebosante de entusiasmo-. Acabo de realizar mi primera venta. ¡Un anuario de Doctor Who de 1965!

    - ¿Metatrón? -inquirió Miguel por el otro teléfono-. El Enemigo prepara algo grande. He detectado una milagro negativo, ¡de -65 Lázaros!


Los políticos se esconden:
sólo iniciaron la guerra,
¿para qué querrían ir a ella?
Eso se lo dejan a los pobres.

(CONTINUARÁ...)


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25 diciembre 2023

TERTIA PUGNA - 2


  

TERTIA PUGNA

(Tercer Asalto) 

FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez

Capítulos:     1      2      3      4

CAPÍTULO 2.- EL MUNDO A TUS PIES


¿Qué puedes vender?
Cualquier oferta es buena
si quieres el poder
(Héroes del Silencio, "Entre dos tierras”)

    Todo allí era luz y pureza. Sólo los susurros de Miguel rompían el silencio del lugar:

   - Hay otros que merecerían el cargo de Arcángel Supremo más que él.

   - ¿Querías el puesto para ti? -contestó una voz suave, pero autoritaria. 

   - Ejem... no es eso, Metatrón -tartamudeó Miguel, pero pronto recobró su habitual arrogancia-: Azirafel nos traicionó por culpa del demonio Crowley. ¿Por qué le has ofrecido la readmisión a ambos?

   Su superior sonrió sin alegría. 

   - ¿Se te ocurre otra manera de tenerlos controlados a los dos? 

   Miguel sopesó la idea, pero guardó silencio: alguien más se acercaba.

   - La vista es inigualable, ¿verdad? -comentó Metatrón en un tono súbitamente cordial.

   - Sí -sonrió Azirafel, maravillado -. Es… celestial.



    Los tres ángeles contemplaron el mundo desde su atalaya. Parecía un ventanal, pero mostraba todo el planeta al mismo tiempo. Metatrón sonrió tentadoramente:

    - El mundo a tus pies. Azirafel, celebro que hayas vuelto al redil. Si todavía te gusta hacer el bien, éste es tu sitio.

   Éste asintió, ocultando su tristeza: 

   - El Bien es todo lo que deseo. Y desde aquí se puede hacer a lo grande. 

   - Te dejamos con ello, entonces. Ah, y recuerda que tienes una visita por el tema de la vacante -Metatrón emprendió la marcha e hizo una señal a Miguel, susurrándole-: a no ser que también te interese ese puesto, claro.

   - ¿Ahí abajo? ¿Yo? -Miguel disimuló una mirada escandalizada y apretó el paso-. Ni en broma.



   El Arcángel Supremo miró alrededor: su despacho era amplio, diáfano, profesional. Incluso la enorme mesa de cristal -no era vidrio, sino luz cristalizada- parecía minúscula comparada con la inmensidad de la estancia. Para andar por allí no había que reservar hora, sino días (en plural).

"Y ahora, ¿qué?"


Por primera vez desde su ascenso, Azirafel estaba solo. No como en el Soho, con un buen libro y los sonidos de la ajetreada calle. Sino solo de verdad, con un silencio sepulcral. 

   Cuánto añoraba las estrafalarias visitas de...

   - Ejem… ¿es aquí la entrevista de trabajo? -inquirió una voz tímida. 

   Azirafel sonrió: por una vez, le alegraba tener una interrupción. Señaló una silla recién invocada a su visitante: un extraño ángel con uniforme de policía "bobby", pero blanco.

   - Adelante, Muriel. ¿Estás bien en mi… en la librería?

   - Sí, señor ¡es el cielo! -fue la sonriente respuesta-. Maggie y Nina me están enseñando a cuidar del negocio. Y de las personas de papel que hay dentro… las llaman libros. ¡Por fin tengo compañía!

   Muriel sostenía un tomo con tanta ilusión como si fuera un tesoro. "Al menos, sabe apreciar mi colección", se consoló Azirafel. 

   - ¿Es eso un Nuevo Testamento de Tyndale-Coverlade*? -inquirió, dejándose llevar por su viejo instinto de librero-.¿La primera edición firmada que salvé de la quema?

   Su visitante asintió, radiante de emoción:

   - Siempre quise hablar con el Hijo de Dios en persona, pero no pude… ¡Esto es casi como escucharlo! ¿Tuvo usted ocasión…?

   - No, aunque me habría gustado -admitió el arcángel-. Conocí a alguien que sí, pero no era de los nuestros.

   Muriel se acercó más para susurrar, con aire confidencial: 

   - ¡No me diga que el demonio de sus tentaciones fue…!

   - Crowley -asintió Azirafel, descubriendo que, repentinamente, le dolía pronunciar su nombre-. Era su trabajo: plantear dudas existenciales. Y saltarse semáforos, desde que existen. Pero se volvió inofensivo y lo expulsaron del Infierno -intentó fingir desinterés al añadir-: ¿Sigue salvando gente cuando se emborracha?

   - No lo sé, señor. No he vuelto a ver a Crowley por el Soho. No por la parte que Maggie llama “decente”, al menos. ¿Quiere que lo busque?

   Él sopesó la idea un momento, pero negó con la cabeza:

   - No; pedirte favores personales sería egoísta. Te he llamado porque hay una vacante en la Embajada del Cielo en la Tierra. Con sede en esa librería, pero desempeñando más funciones. ¿Te interesa?

   - Yo… sólo soy contable del nivel más bajo -dudó Muriel, tímidamente.

   - Y sabes trabajar en equipo: ayudaste a Crowley a salvar a Gabriel. No dudes de tu talento, sólo dime: ¿qué quieres?

   El ángel/contable reflexionó unos instantes y rompió a reír, con un sonido que Azirafel no oía desde hacía siglos: el de la felicidad en estado puro.

   - Deseo estar con gente. La de papel, la de verdad, ¡toda! Dejar de trabajar a solas… ¡Acepto!

   Unos cuantos papeleos más tarde, Muriel abandonó el Cielo a toda prisa, deseando darle la noticia a Maggie y Nina: a las dos humanas que le estaban enseñando a adaptarse a la Tierra.

   Él sonrió con sana envidia. Porque así es como empieza la amistad: ayudándose. "Así te empecé a querer, Crowley" admitió con añoranza. El beso de despedida le ardía aún en los labios,  y no sólo metafóricamente. "Te ganaste el Cielo... ¿por qué lo rechazaste?"

   Regresó al ventanal para animarse un poco. Tenía un mundo entero a sus pies, se recordó, y por fin podía cuidarlo como siempre había deseado. Aunque el precio había sido alto: perder a un ser amado.

   No reparó en que Muriel, entre las prisas y el júbilo, había olvidado su libro al marcharse. Abierto por una página que comenzaba así: 

   “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?”


* Tyndale, Coverlade y su socio Rogers fueron los primeros en traducir la Biblia del griego al inglés... pero con notas críticas y sin autorización oficial, por lo que acabaron mal. Lo curioso es que Gran Bretaña afirma no haber tenido Inquisición, como si se hubieran metido ellos solitos en la hoguera o algo así.


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VIEJAS DEUDAS


No stop signs, no speed limit
Nobody's gonna slow me down (…)
Hey, Satan, I paid my dues!
(AC/DC, “Highway to Hell”) *


   - Hastur, Shax, ¿qué significa esto? ¡Ya no trabajo para el Infierno!

   - ¿Estás seguro, Crowley? -replicó Hastur con terrorífica calma. 

    Aquella parte de la calle era lóbrega, mal iluminada, excepto por el parpadeo de los
decadentes letreros de neón. El Duque y la Virreina del Infierno se apoyaron en el Bentley de Crowley con descaro, pero éste se mordió la lengua bífida para no caer en la provocación. Los envolvió un silencio hostil y sucio, salpicado de risotadas lejanas, gorgoteos de alcantarillado y forcejeos del traficante de drogas que aún intentaba soltarse. 




   - Oh, no pongas esa cara: en realidad venimos a felicitarte -lo aduló Shax, alisando con coquetería la falda de su impecable traje rojo-. Ahora siembras más caos que cuando trabajabas para nosotros. 

   - Esos humanos de ahí dentro, por ejemplo... -señaló Hastur.

   - No los toques -avisó Crowley, alarmado.

   - ¿Estamos protectores con los pobres mortales, querido? -se burló Shax-. ¿Has olvidado qué le hacemos a los demonios que osan cometer buenas obras?

   - Ejem... essssto... -Crowley contuvo un siseo nervioso e improvisó-: Es por las normas. No podemos intervenir directamente en asuntos humanos...

   - ... ni hacernos notar, sólo tentarlos, blablabla -recitó ella con hastío-. Y el Cielo tampoco.

   - No hasta el día del Armagedón -reprochó Hastur a su antiguo subordinado-. Que debería haber llegado ya, si tú no hubieras metido la pata. O la cola. ¿Cómo se dice en tu caso, serpiente?

   - Ya fui castigado por ello -se defendió Crowley-. Y expulsado del Infierno -se acercó a él para espetarle en su cara-: Ahora soy libre. ¿Te lo deletreo? L, I, B, R, E.

   - Hablando de eso... ¿les importa si me marcho para que hablen de sus cosas? -rogó el delincuente humano, todavía intentando liberarse.

   Crowley asintió con indiferencia, pero Shax intervino, autoritaria: 

   - Todavía no. Primero queremos ver tus trapos sucios. Hastur, ¿te importaría, por favor?

   La mano de Hastur se retorció junto al oído del individuo, dibujando en el aire un signo
arcano. El delincuente notó algo arrastrándose por su oreja hasta el interior de su canal auditivo. Sintió una punzada de dolor cuando aquello alcanzó el tímpano y profundizó aún más: si no hubiera sabido que era imposible, habría jurado que le estaba hurgando hasta el cerebro. Cuando al fin lo notó salir, el alivio del tipejo se trocó en repugnancia al ver lo que era: un gusano, que pasó a la mano de Hastur y se fusionó con su piel.

   - ¿Qué dice tu amiguito, Hastur? -se interesó Shax, regodeándose de antemano en la respuesta.

  - Que el verdadero gusano es este humano. Y que en primer lugar, él debería liberar a alguien.

   Los ojos de los tres demonios se clavaron en el traficante, que intensificó sus forcejeos mientras se deshacía en excusas:

   - ¡Yo no he hecho nada! Les juro que... 

   - ¡Silencio! -ordenó Crowley. Comenzaba a darse cuenta de algo que sus exjefes seguramente ya habían notado mucho antes.

   Para empezar, los ruidos de forcejeo no provenían sólo de aquel humano. Había más, y sonaban cerca.

   Se quitó las gafas oscuras, que en realidad usaba para filtrar la luz hasta el espectro visible
para humanos. Sin ellas, su visión de serpiente se extendía hasta el infrarrojo. El delincuente gritó con aversión al ver las pupilas verticales de Crowley, que recorrieron los vehículos aparcados en busca de radiación térmica. No tardó en hallarla: el calor de un ser vivo se filtraba a través del metal de un maletero.

   - ¿Qué has hecho? -se alarmó el exdemonio, abriendo el vehículo con un gesto. Había una chica atada en el interior, de catorce años como mucho. Crowley se apresuró a liberarla. Ella se sobresaltó al verle las pupilas, pero no se atrevió a reaccionar.

   - Parece que las drogas sólo eran la tapadera para otro negocio -observó Shax. Desató el pañuelo que amordazaba a la niña, descubriendo que llevaba un aro en la nariz-: ¿Qué pensaban hacer contigo, pequeña?

   - Dijo que... venderme a... ¡no sé! -balbuceó la niña, rompiendo a llorar en brazos de la diablesa.

   - No te habría pasado nada -intentó calmarla Crowley-. Sastra no es como él...

   - Ya, pero aquí hay más burdeles. Podría vendérsela a otro -dedujo Shax.

   El secuestrador siguió negando en un tono repulsivamente lastimero, pero su forcejeo sólo sirvió para que Hastur lo sujetara con más fuerza.

   - ¿Es éste el tipo de humanos que proteges? -se burló Hastur, con una mueca especialmente desagradable.

   Crowley negó con la cabeza, asqueado: 

   - A éste no.

   - ¿Y sus cómplices? -se interesó Shax, despojando al secuestrador de su teléfono móvil.

   Su interlocutor entendió la oferta y siseó con odio:

   - Pero sólo ellos. No toques a sus víctimas.

   Ella ojeó la agenda del teléfono y movió la cabeza: 

   - Eres incorregiblemente sentimental, Crowley. Pero como muestra de buena voluntad, por esta vez invita la casa. Para el siguiente favor tendrás que firmar un trato. ¿Entendido?

   - ¿Desde cuándo tienes buena voluntad, Shax?

   - Desde que me gusta tu nuevo estilo sembrando el caos, Crowley. Y desde que necesito controlarte: estás demasiado activo. No queremos llamar la atención del nuevo Arcángel Supremo.

   - Sobre todo ahora que nos ha declarado La Guerra -sentenció Hastur ominosamente, desapareciendo por una estrecha calle lateral con su aterrorizado prisionero.

   La niña se tapó los oídos para no escuchar los espeluznantes sonidos que salieron del callejón instantes más tarde. Pero Crowley sólo tuvo palabras para Shax: 

   - ¿La… la qué? ¿Azirafel ha declarado QUÉ?


* Ni señales de stop, ni límites de velocidad,
Nadie me frenará... 
¡Pagué mis deudas, Satán!
(AC/DC, "Autopista al Infierno")

(CONTINUARÁ...)


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18 diciembre 2023

TERTIA PUGNA (Tercer Asalto) - 1

  

TERTIA PUGNA

(Tercer Asalto) 

FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez

CAPÍTULO 1


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Azirafel: “Hice lo del halo. Me parece que quizá haya iniciado una guerra”.
Crowley: “Al Infierno no le va a gustar”.
(Good Omens, Temporada 2, capítulo final)


PRÓLOGO (N. d. T. *)

    Los seres humanos están empezando a descubrir los retos de la creación de Inteligencia Artificial; creen que los habrán pulido en unas cuantas décadas.

    Sin embargo... no es por desanimarlos, pero me temo que el tema puede tardar bastante más, al menos según Mi experiencia: 

  • Creo unas cuantas inteligencias, les doy normas para orientarse y las malinterpretan. 
  • Les doy libre albedrío y me montan una rebelión en mi propia casa. 
  • Creo una nueva versión que no esté en la nube, sino abajo entre dos cortafuegos (Tigris y Éufrates) y... en cuanto les llega el primer malware, usan el Árbol de la Ciencia antes de tiempo.

    En resumen, llevo miles de años en ello y, salvo excepciones, ni siquiera Yo puedo hablar de éxito total. ¡Buena suerte puliendo el ChatGPT!

    Aunque... curiosamente, sí se puede crear inteligencia por accidente. Hay malwares capaces de sobrevivir con más astucia que la mejor IA. Tal vez eso explique el caso del malware ahora conocido como Crowley. 

      Crowley siempre fue muy creativo: no es que se le puedan encargar galaxias y nebulosas a alguien carente de imaginación. Pero como muchos artistas, a cambio era... temperamental. Tenía arrebatos geniales, pero también terribles: el día que cayó del cielo fue uno de ellos. Y los días que siguieron a su ruptura también fueron... "interesantes".


    * N. d. T: Nota De la Todopoderosa, el Todopoderoso o Su Todopoderosidad. Son títulos intercambiables: según teólogos de todos los tiempos, el género no es relevante fuera del mundo terrenal (y dentro de él tampoco es para tanto, en realidad).


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1.- EL DIABLO SOBRE RUEDAS 


I'm a racing car passing by like Lady Godiva
I'm gonna go, go, go, there's no stopping me
(Queen, “Don’t stop me now”) *

 

    Cuatro vehículos de gran cilindrada sembraban el caos en la M25. Dos de ellos eran clásicos: un Jaguar-D de 1955 y un Bentley 3.5 de 1933 (aunque su dueño discrepaba con esa fecha). Los otros eran modernos: un McLaren Spider y un flamante Aston Martin Valhalla. Parecía el equivalente automovilístico de un partido de maestros contra alumnos, o de solteros contra casados, sólo que disputado por bestias mecánicas asesinas.

     “Última hora: eviten la M25 a toda costa” avisaron al unísono las principales emisoras radiofónicas de Londres. “Hay cuatro vehículos comportándose peligrosamente. Se sospecha de una red de carreras ilegales…”

    - Bah, ¡como si la M25 fuera recomendable a alguna hora! – se burló el piloto del Jaguar, un yuppie tan cargado de años como de energía.

    Los jovenzuelos del Spider alcanzaron al Bentley, bajaron las ventanillas y gritaron con descaro:

    - ¡Eh, rarito, nos anuncian por la radio!

    - ¡Claro! Prometí un espectáculo, ¿no? -rió Crowley con malicia, antes de acelerar su Bentley a fondo y dejarlos atrás a una velocidad endiablada.

    - Parece un milagro: tenemos muchos huecos para pasar, a pesar de todo este tráfico -se alegró el dueño del Valhalla, un barbudo muy tatuado que parecía hecho para pilotar máquinas de dos ruedas, no de cuatro-. ¡Y lo mejor es que a los policías les está pasando milagrosamente lo contrario!

    - Porque los polis van en tortuga, y nosotros en bólidos -presumió la voz de Crowley a través de las radios de sus contrincantes-. ¡Última vuelta!

    - ¡Y encima nos piratea la radio! -rieron los universitarios-. ¡Qué raro es ese tipo!


    Poco después los pilotos aparcaron en la parte menos recomendable del Soho, destaparon las placas de matrícula y entraron en un local de alterne para saldar cuentas. En el escenario, un espectacular strip-tease merecía llevarse todas las miradas, pero el yuppie y el tatuado clavaron los ojos en Crowley acusadoramente:

    - ¡Ese Bentley no debería poder pasar de 80 millas por hora!

    - ¿De qué año es, 1933? ¿Qué le has hecho?

    - 1926: fue un prototipo anterior a la serie oficial -se enorgulleció Crowley-. Pero ya avisé de que estaba trucado, así que no quiero excusas. ¡Es hora de pagar la apuesta!

    - Tú ganas -se encogió de hombros uno de los universitarios, un niño rico acostumbrado a malgastar el dinero de papá.

    - Y el doble si nos explicas por qué en la última vuelta vimos dos policías montados en tortugas de verdad -añadió el otro jovenzuelo.

    - Magia -bromeó la dueña del local, sirviendo las bebidas que había encargado el ganador-. ¿Esas tortugas cabalgaban sobre elefantes?

     Los demás rieron la ocurrencia, pagaron la apuesta y se instalaron en la mesa más próxima al escenario, donde otra stripper iniciaba el siguiente número. La gerente se llevó aparte a Crowley:

     - Oye, ¿es tu Bentley el que está detrás de las noticias de la M25? No puedes ser tan…

    - ¿Malo? Oh, sí lo soy, Sastra. Excepto una vez que un santurrón intentó cambiarme, ¿y para qué? ¡Al final me dejó tirado!

    - No me llamo Sastra. Oye, siento lo de ése...

    - No importa. Así ya no perderé el tiempo por nadie más -apuró su vodka y pidió otro-. ¡Lo mío es correr, beber y divertirme!

    Ella se encogió de hombros mientras le rellenaba la copa. Los desengaños no eran la alegría de la huerta, pero al menos le proporcionaban clientela.

    - Bueno, mientras no me busques problemas con la pasma… ¿Los que alucinan con tortugas son mayores de edad? No los habrás drogado para ganar, ¿verdad?

    - Sí. ¡No! A ver, vayamos por partes: sí, son mayores de edad, los muy vagos deberían haber acabado ya la Universidad. Pero no conducían drogados, sería un muermo. Oye, ¿a ti por qué te importa lo que esnifen en el parking?

    La gerente torció el gesto, pero su joven ayudante la retuvo:

    - Gracias, jefa, pero no hace falta que…

    - Sí hace falta, Cindy. Perdiste así a tu familia -replicó la propietaria, mientras Crowley intentaba ahogar en vodka una molesta punzada de compasión.

    - Entonces le interesará saber que a quien hay que expulsar de aquí es a este individuo -intervino una voz de mujer desde la entrada. Con una mano sostenía una bolsita repleta de sospechosas pastillas de colores. Con la otra señalaba a un tipejo de aspecto huidizo, que intentaba librarse de las garras de un tercer intruso: un caballero maduro de aire extrañamente escalofriante.

    La dueña del local sopesó a la mujer y al caballero con ojo crítico. Había en ellos algo furtivo y autoritario al mismo tiempo.

    - ¿Policía secreta? Si me permiten invitarles a tomar algo…

    Crowley se quitó las gafas oscuras para examinar a los intrusos y maldijo al reconocer sus caras y sus auras:

    - Sí, eso es, Scotland Yard. Los conozco, yo me encargo. Pero primero… -volvió a ponerse las gafas y chasqueó los dedos: sin que los demás lo advirtieran, varias botellas volvieron a llenarse. En la mesa del escenario, los modales de los pilotos suicidas parecieron serenarse, como si alguien les hubiera quitado de las venas el alcohol que acababan de tomar: así sería menos probable que atropellaran a la familia de nadie. Les dejó la cuenta a ellos y gruñó:

    - Ni Cindy ni nadie encontraría mejor jefa que tú, Sastra. Sé bastante sobre jefes.

    Después empujó a los recién llegados hasta el exterior, siseando con furia:

    - Hastur, Shax, ¿qué significa esto? ¡Ya no trabajo para el Infierno!


Soy un bólido que avanza como Lady Godiva,
¡Vamos, vamos, ya no hay quien me pare!


 (CONTINUARÁ...)


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02 noviembre 2023

¡Arriba el telón! 9 críticas (y van 172)

        Mucho teatro (bastante musical de pequeño formato) y muy interesante en el inicio de la temporada 2023-24, aunque no sé si podré seguir manteniendo el ritmo porque quiero escribir más ficción y estoy teniendo un ritmo superior al de 2015, que fue el más intenso (además, las obras de Renfe no ayudan precisamente a ir y venir tarde de Barcelona). En cualquier caso, aquí van mis críticas escénicas publicadas en EnPlatea.com entre septiembre y octubre:

164. Tots els dies arriben: "Verdades y estrategias, o lo que os parezca" (14 de septiembre)
165. Història d'un senglar (o alguna cosa de Ricard): "No busquéis a Ricardo, está aquí" (18 de septiembre)
166. Piano blanco: "Viaje alucinante al fondo de la mente de Marilyn" (20 de septiembre)
167. Estimadíssims malvats: "Crims y la Marieta de l'Ull Viu" (29 de septiembre)
168. Jo, travesti: "Todo fluye, somos y no somos" (10 de octubre)
169. L'última f**king nit (o la festa de Zeus i Hera): "El Olimpo era una fiesta" (18 de octubre)
170. Love Love Love: "Degeneración en generación" (25 de octubre)
171. Música i ciència: "Pizzicato cuántico" (26 de octubre)
172. Victorina: "Por mí y por todas mis compañeras" (27 de octubre)

Críticas 20151 a 10 | 11 a 23 | 24 a 30 | 31 a 42     Críticas 201643 a 52 | 53 a 62 | 63 a 74
Críticas 201775 a 79     Críticas 201880 a 88
     Críticas 201989 a 97 | 98 a 107 | 108 a 112
Críticas 2020113 a 116
     Críticas 2021117     Críticas 2022118 a 123 | 124 a 133
Críticas 2023: 134 a 137 | 138 a 146 | 147 a 154 | 155 a 163 | 164 a 172 | 173 a 185

Estimadíssims malvats, El Tantarantana